YVAN IN THE DARKROOM: Cuerdas.
de
Noticias Recon
01 abril 2020
Yvan, alias QueerYvan, es historiador de la sexualidad. En una nueva serie de artículos, va a compartir con nosotros sus encuentros fetichistas favoritos (con todo lujo de detalles), además de ilustrarnos de forma ocasional en lo que se refiere a la historia del fetichismo.
Para el Hechicero de la Cuerda
Fui a su casa por la tarde. Las vistas de Marsella desde el octavo piso eran espectaculares – una visión de 180 grados, desde las montañas hasta el mar. Toda la ciudad ante nosotros, resplandeciendo en la luz mediterránea. Me quedé con la boca abierta.
No nos habíamos conocido antes, pero llevaba un tiempo admirando sus fotos en Instagram y quería salir en ellas también. Era simpático, y conectamos bien, ya que compartimos varios intereses. Cuando me abrazó – un abrazo que duró varios minutos – me di cuenta de que podía confiar en él como para dejarle atarme con sus cuerdas. No lo había hecho desde hacía años, pero el resultado final de sus obras y mi paciencia renovada me dieron ganas de probarlo otra vez. Normalmente no soy el sumiso de nadie más que de mi pareja, pero quería ver qué aspecto acababa teniendo después de que me atase con su cuerda y me sentía preparado para darle lo que quería y para que, de esa forma, me atase. El sexo es algo transaccional, incluso cuando no hay dinero de por medio. La moneda de la estética, el placer y las emociones son las que rigen esos momentos íntimos.
Primero me vendó los ojos para que me concentrase en mi mundo interior. Me sentí vulnerable pero seguro en sus manos cálidas. Me desnudó hasta dejarme solo con la ropa interior, podía sentir sus ojos observándome. Me preguntó si podía tocarme, y yo le dije: "por donde tú quieras." Me hizo arrodillarme, y me tocó el pecho, apretando sus piernas contra mi espalda. Todo el tiempo, seguía mi respiración haciéndome ser consciente de mí mismo. Él estaba vestido; yo estaba desnudo y podía jugar conmigo. Me empezó a poner cachondo el desequilibrio de poder, al igual que estaba empezándole a poner cachondo a él, estoy seguro.
Las primeras cuerdas me sujetaron firmemente. Recordé la sensación de la cuerda sobre mi piel que tuve hace años, con la yuta apretada fuertemente sobre mi piel. Estas en cambio eran suaves y no me hacían daño. Rápidamente acabé atado con las manos a la espalda mientras una maraña de cuerdas se movía a mi alrededor, me ató también las muñecas. Me sentí indefenso, que es un estado que sé que me pone cachondo. No me resistí, sino que me dejé caer en un espacio en el que él iba a jugar conmigo. Sentía cómo me estaba sometiendo, y cómo resplandecía yo en ese estado.
Me ató de forma elegante. Sentía una columna de cuerda en mi espalda, una especie de mango del que tirar de mí si quería ponerse más brutote. Hizo una jaula para mi cabeza, y enredó las cuerdas alrededor de mis ojos cerrados, alrededor de mi cuello y de mi cara, alrededor y dentro de mi boca como si se tratase de una mordaza. A veces me metía los dedos en la boca – que estaba abierta a la fuerza – llegando hasta el fondo de la propia boca como si fuese una polla. A veces me pellizcaba los pezones, retorciéndolos y estirando la carne con las cuerdas. A veces me azotaba el culo, haciendo que la sangre corriera por mi interior. Estaba atado para que no me pudiese mover. Le dejé hacer lo que quisiera. Me convertí en un campo de exploración para él.
Sus cuerdas me cubrían la espalda y me subían por la polla y las pelotas. Me ató fuerte, jugando conmigo sin piedad, separándome las pelotas del cuerpo, estirándomelas y poniéndomelas duras, haciéndome sentir expuesto y cachondo. Mi polla estaba empezando a soltar líquido preseminal, hinchada de sangre a la que las cuerdas no dejaban pasar. Primero jugó conmigo de forma delicada, sintiendo cómo las venas de la polla se me ponían cada vez más gordas y mis pelotas cada vez estaban más hinchadas. Sentía cada movimiento que hacía él. Podía oler lo cachondo que estaba. Rozó su dedo alrededor de la apertura de las cuerdas por la que salía mi polla, jugando con el líquido preseminal y después me lo puso sobre los labios para que lo probase. No dijimos ni una palabra. Le dejé que hiciese lo que quisiese. Mi mundo se había reducido a las sensaciones que me estaba haciendo sentir. Estaba atado fuerte con sus cuerdas, hecho prisionero por sus deseos.
Me apoyó contra el sofá y yo intenté abrir bien el culo para él. Durante mucho tiempo no se movió. Me imaginé que estaba haciéndome fotos en esa posición expuesto. Cuando se acercó más, y puso su mano sobre la parte inferior de mi espalda, expiré fuertemente. Sus manos me rozaron todo el cuerpo, por la polla, por las pelotas estiradas y por mi culo peludo. Puso cada una de sus manos sobre los cachetes mi culo y sentí su barba. Me separó las rodillas con las suyas, y me comió el culo profundamente, metiendo la lengua hasta donde podía llegar. Intenté moverme, pero me había atado de tal forma que no podía hacerlo – solo podía estar tumbado y dejarle que me comiese el culo todo lo que quisiese. Me perdí en ese placer, me agarraba las pelotas con las manos para empujar mi cuerpo hacia él y así llegar con la lengua hasta el fondo.
Cogió más cuerdas, y me ató las piernas y los pies, separándome los dedos de los pies e imposibilitando el hecho de moverme. Me apoyó sobre su cuerpo, él estaba sentado con sus brazos alrededor de mí como si fuese una piedad homoerótica, y empezó a jugar con mi polla y mis pelotas. Me apretaba las pelotas dentro de su puño, y yo sentía cómo me miraba a la cara cada vez que apretaba más, intensificando el dolor de forma gradual mientras que empecé a jadear a través de las cuerdas. Se detenía, pero no paraba del todo, siguiendo mi viaje intensamente mientras lograba sobreponerme del dolor cuando me estrujaba con su mano. Después me soltaba las pelotas y sentía un alivio con la sangre que volvía a circular hasta que me las agarraba otra vez. Las cuerdas se me estaban clavando en el escroto con fuerza, me escocía, y me hacía sentir un placer inaudito. A veces tiraba de ellas, estirándomelas tanto y tan lejos de mi cuerpo que hasta conseguía moverme un poco. Era la agonía más dulce que había sentido en mi vida. Se las enrollaba en la mano al agarrarlas, llevándome al punto de un dolor y un sufrimiento indescriptible, pero a la vez sentía tanto placer que deseaba que no parase nunca. No dije nada, pero oía cómo aumentaban mis gemidos. El dolor parecía que fuese una especie de orgasmo cuando me las soltó.
Volvió a rozar sus dedos por la punta de mi polla y me hizo probar el líquido preseminal otra vez. Había un montón. Estaba tan excitado y tan concentrado en intentar ver qué era lo siguiente que iba a hacer, desesperado por conseguir que me diese más placer, pero con ganas de que él disfrutase de mí tanto como quisiese. La cuerda me sujetaba con fuerza y me hacía recordar todo el tiempo que esto era su juego. Solo usaba mi placer para jugar conmigo. No podía ver nada con la cuerda cubriéndome los ojos.
Puso su mano al lado de mi polla, y un momento después dio un golpe con la otra, dejándome la polla en medio, estrujada. El choque punzante me hizo dar un espasmo, ya que me moviese hacia hacia donde me moviese, las cuerdas me impedían todo tipo de desplazamiento, en realidad me apretaban cada vez con más fuerza. No podía hacer nada para detenerle y estaba tan excitado pensando en lo que estaba pasando que se me puso la polla aún más dura. Me volvió a golpear, y yo solo pude inspirar ese dolor y mi respiración. Después se sucedieron una serie de pequeños golpes, haciéndose cada vez más intensos mientras sentía que mi cuerpo se ponía más duro, la polla me estaba explotando con todas esas sensaciones de placer mezclado con molestias y dolor. Cuando paró, me sentí desesperado. Cuando me pegaba, lo pasaba mal, y eso me hacía ponerme más cachondo. A veces me cogía la polla con la mano y me pajeaba hasta que sentía que las pelotas se me ponían aún más duras, y después me la soltaba, dejándome frustrado, con todo el líquido preseminal escurriendo sobre mi estómago, mojándome la piel. Siguió jugando conmigo así, llevándome casi hasta el final, pero dejándome a medias, decepcionándome, llevándome cada vez más cerca del orgasmo, sin dejarme correrme.
Cuando me desató, parecía que estaba en el espacio exterior. Sentía que mi cuerpo era ligero, como si le hubiesen liberado de un peso que le estaba constriñendo mientras me había sometido al placer que me había proporcionado él. Me dijo adiós, y yo me fui a mi casa, lleno de alivio. En el baño, desnudo delante del espejo para poder ver bien las marcas de las cuerdas, me puse cachondo, se me puso dura y me pajeé tirando con la otra mano de las pelotas doloridas, mirando en el espejo lo excitado e hinchado que estaba, sintiendo cómo la polla se me ponía cada vez más dura hasta que finalmente estallé y dejé salir toda la frustración que tenía dentro de mí. Cuando me corrí, parecía que estaba colocado. Aún podía ver las marcas de sus cuerdas en mis muñecas.
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