RACE BANNON: Pizarra fetichista mental limpia
de
Noticias Recon
30 noviembre 2021
Por Race Bannon
A los fetichistas nos encantan nuestras fantasías. El sexo extremo y sin límites es la savia que le da vida a nuestra sexualidad. Es el pegamento que nos une como miembros que somos de las comunidades fetichistas a las que pertenecemos.
Todo es sexy y excitante, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de una tendencia presente en mi vida que no me gustaba. Mis costumbres de cruising se habían convertido en un ejercicio de hacer coincidir mi rígida lista de actividades sexuales de mis fantasías y mi mentalidad erótica con las de otra persona, el equivalente de una lista aprobado/suspenso a partir de la que elegía a todos mis posibles compañeros de juegos sexuales.
Independientemente de si conocía a un tío en un bar, en un evento, o en una web como Recon, en vez de acercarme a ellos con mente abierta, mi primer instinto era revisar directamente mi lista fetichista mental para ver si coincidía con la suya. Puede que parezca que es una forma genial de ir de cruising, pero acabó dejando de dar buenos resultados.
Si volviésemos por un momento a mi yo de 17 años cuando entré por primera vez a un bar de cuero, veríamos a alguien que tenía una mente bastante abierta. El fetichismo y el mundo del sexo en plan cuero me resultaban tan nuevos que abordé cada encuentro potencial con la curiosidad de un explorador. Analizaba a los hombres y las experiencias sexuales que podían ofrecer con las ganas de un hombre hambriento al que le enseñan un bufé de delicias gastronómicas ilimitado.
No estoy seguro de cuándo fue el momento en el que cambié y me encasillé en escenarios de fantasías más rígidos. Simplemente sucedió así. Inconscientemente, sin malas intenciones. Con el paso del tiempo, mis fantasías se solidificaron tomando la forma de un grupo reducido de actividades y posiciones mentales al montarme sesiones. En cierto momento, me di cuenta de que no analizaba la persona en sí al conocerla, sino su lista de fetichismos. Una vez que me di cuenta de esta tendencia que tenía, me pareció completamente anticuada.
Mi primer instinto fue echarle la culpa a lo que llamé la creación de bases de datos del sexo. Lo que hay detrás de la tecnología de los portales de ligoteo y de las apps simplemente es una base de datos, tu descripción y tus deseos sexuales almacenados de forma ordenada para ser utilizado por cualquiera que se tope con tu perfil. Quizá también yo me había convertido en la presa de esta tendencia que nos lleva a decidir si nos interesa o no un compañero sexual a partir de los datos de su perfil, en ver de centrarnos en él como persona.
En la actualidad me importan los encuentros significativos. Sigo siendo un cerdo y un guarro como siempre lo he sido en mi mente, pero en la práctica tiendo más a montármelo con la persona en sí independientemente de los elementos específicos que vamos a desarrollar durante la sesión después. Está claro que me gustan más unas actividades que otras. Algunos actos sexuales siguen en la lista de cosas que no voy a hacer. No obstante, intento cuestionarme si quiero montármelo con ese hombre/hombres antes de entrar en detalle sobre las cosas específicas que vamos a hacer en esa sesión.
Voy a ser claro. Los encuentros fortuitos y anónimos son algo tan correcto como las conexiones con las personas con las que hemos creado un vínculo más profundo. Vais a seguir viéndome en los cuartos oscuros, en los clubs de sexo y en las fiestas de folleteo. Todo esto es divertido. El sexo en plan aquí te pillo y aquí te mato tiene su aquel. Mi afirmación aquí es que puede que sea una buena opción considerar al hombre/hombres que hay detrás de la superficialidad física inicial antes de decidir los elementos específicos de la conexión sexual.
Algunos de los que estáis leyendo esto diréis que ese análisis de la lista de cosas que nos gusta es algo que siempre hemos hecho incluso antes de que la tecnología fuese el principal mecanismo de conexión entre nosotros. Y quizás tengáis razón. No estoy seguro. Pero la historia de mi propia vida sexual antes de la era de internet me informa de que la verdad es que yo hacía todo esto entonces y lo hago aún más ahora.
En la era pre-tecnología, iba todo más de conocer a una persona, ver si había química y después ver qué es lo que pasaba a nivel sexual en ese momento. No recuerdo que en mi vida sexual en los 70 ni el 80 hubiese una obsesión por la perfección y coincidencia exacta de ninguna lista.
Hace unos cuantos años, realicé un experimento. Mi experimento consistía en iniciar una nueva estrategia sexual que en ese momento califiqué como mi forma de afrontar las cosas en plan "pizarra blanca limpia". Actualmente tiendo a utilizar la expresión "pantalla limpia" porque la palabra pantalla me resulta más sexy, y porque intento no relacionar la palabra blanco con nada que puede dar lugar a malentendidos.
Un diccionario por ahí define la pantalla limpia como la ''ausencia de impedimentos existentes o de compromisos" y eso concuerda conmigo. No quiero una lista estricta de lo que te pone y lo que no con la que analizaba a todos los tíos que conozco. Prefiero que mi mente erótica vuele libre y descubra tantas cosas nuevas sobre mí, mi sexualidad y la otra persona como sea posible antes de llegar a los platos específicos del menú que vamos a poder disfrutar durante la sesión.
Durante muchos años he utilizado pizarras para escribir y borrar cosas en mi trabajo durante innumerables reuniones – siempre ha habido una pizarra llena de ideas, deseos, planes, estrategias, patrones, flujos de datos o lo que sea justo enfrente de mí en la sala de reuniones. Sí, a veces todo eso ayuda a que el grupo se ponga a pensar, pero una vez que todo eso está escrito, también se convierte en la dirección hacia la que nos dirigimos, incluso si después de un tiempo nos damos cuenta de habría sido una decisión mejor elegir una dirección diferente.
Mi teoría al realizar ese experimento era que mi vida sexual mejoraría al vaciar la pantalla/pizarra que tenía dentro de mi propia cabeza y eliminar mi lista sexual y mis ideas preconcebidas sobre mis propias opciones sexuales. Quizás el hecho de evitar conscientemente las críticas que reducían a una persona a partir de verla un par de segundos y darle la lista de cosas que te van y las que no, en teoría, me podría dar una nueva perspectiva sobre el sexo. Lo probé y los resultados fueron alentadores.
No os confundáis. No es que piense tontamente que se pueden eliminar de un plumazo las preferencias sexuales de cada uno. Eso no es posible. Cada vez que nos masturbamos o nos excitamos hay un guion en nuestras mentes que desarrolla con todo lujo de detalles gráficos las escenas exactas y los tipos de persona que nos ponen más. Así son las cosas.
Sin embargo, creo que, si de forma consciente suprimiésemos ese reflejo automático, aunque sea solo durante unos momentos, y en vez de eso decidiésemos abordar a nuestros posibles compañeros sexuales con una pizarra tan limpia como fuese posible, esta actitud nos proporcionaría unos grandes beneficios.
Durante mi experimento, cada vez que conocía a alguien que me despertaba un interés sexual, por internet o en persona, conscientemente le ordenaba a mi cerebro que se olvidase de toda esa lista en la medida de lo posible. ¡No fue fácil! La fuerza de nuestros reflejos sexuales es enorme, pero cuestionar esos reflejos un poco acabó dándome grandes beneficios.
Cuando conocía a un tío en un bar o por la calle, o interactuaba con él a través de internet, y en la medida de lo posible intentaba afrontar la situación con la menor cantidad posible de ideas preconcebidas acerca de él o de mis propias expectativas. Si no correspondía a mi ideal en lo que se refiere al físico, les hablaba de todas formas. Si sus fetichismos no coincidían exactamente con los míos, intentaba encontrar algo que tuviésemos en común. Si nuestras dinámicas de roles no eran perfectas, no daba por terminada la sesión hasta estar seguro de que las cosas no funcionarían (a menudo las cosas sí que funcionaban).
Para resumir, intenté dejar la pizarra mental tan limpia como me fue posible para empezar de cero con cada una de esas personas.
¿Cuál fue el resultado? Unas experiencias sexuales realmente alucinantes con hombres con los que probablemente no habría establecido ningún contacto antes de mi cambio de actitud. ¿Activo, pasivo o versátil? A veces esto resultó irrelevante si simplemente queríamos conectar y pasárnoslo bien, eso fue justo lo que hicimos, de diferentes maneras. ¿Y si su lista de fetichismos no coincidía exactamente con la mía? De alguna forma encontramos uno o más de uno con el que nos sincronizamos bien, y nos centramos en esos fetichismos. ¿Mi predilección por los hombres que tuviesen más de 40 años? Dejé todo eso de lado y acabé teniendo unas sesiones de sexo flipantes con veinteañeros y treintañeros.
¿Fue este experimento un éxito en todas las ocasiones? No. Muchas veces mis reflejos automáticos se entrometían en medio de una situación determinada. No creo que todos nuestros reflejos sean reprogramables (creo que algunos sí, sin embargo). No estoy seguro de que tirar por la borda todo lo que tenemos anclado eróticamente en nuestros cerebros sea posible o una buena idea.
No obstante, lo que creo es que, si más de uno de nosotros se tomase el sexo con una mente más abierta, con una ''pizarra'' más limpia, seríamos más felices y tendríamos mejores relaciones sexuales. A la vez, mi teoría puede mejorar nuestra red de contactos fetichistas porque estableceremos relaciones más profundas que cuando nos interesamos primeros en los fetichismos y luego en la persona, incluso aunque se trate solo de relaciones sexuales esporádicas.
Pruébalo. Si lo pruebas, me gustaría saber cómo te ha ido la experiencia.
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