IVAN IN THE DARKROOM: Raamstraat, Amsterdam.

IVAN IN THE DARKROOM: Raamstraat, Amsterdam.

de Noticias Recon

25 febrero 2019

Ivan, alias candiflip, es historiador académico de la sexualidad. En esta nueva serie de artículos, va a compartir algunos de sus encuentros fetichistas favoritos (con todo lujo de detalles), ilustrándonos a veces sobre la historia del fetichismo:

En el cuarto oscuro el aspecto no es importante. Todo está demasiado negro como para ver las caras, todo el mundo es anónimo, las personalidades desaparecen – solo se trata de lo que sientes, de los sonidos, los olores, las formas en las que los cuerpos hablan de sus placeres. Los límites desaparecen en la oscuridad. La carga emocional se hace más intensa. La eliminación de un sentido concentra los demás, mi excitación aumenta con lo desconocido. Todo el mundo está aquí para su propia satisfacción, buscando excitación en la oscuridad, buscando constantemente, tocando desesperadamente en los pasillos buscando carne caliente para humedecerla, como una carpa bien gorda alimentándose en el lodo del rio. Lo único que sabrá sobre mí es lo que le hará sentir mi boca a su polla y sus manos en mi cuerpo peludo. Este tipo de sexo no entiende de deseos. No se piensa, no se desea, solo hay placer.

Me apoyé en la pared, totalmente desnudo excepto por las botas. La luz roja tamizada solo mostraba lo que no podíamos ver. Sombras, movimientos, nada. Cerca, en algún lugar, oía que al alguien le estaban follando en la oscuridad. Su culo sonaba como si estuviese bien abierto, suave. Sus gemidos eran fuertes; los gruñidos del otro tío eran más insistentes; las cadenas del sling chirriaban. El cuarto oscuro estaba lleno de sexo, pero no veía nada de lo que pasaba. Alguien empezó a mear en una esquina y el aire se hizo más caliente con el sonido de las salpicaduras. Unas voces murmuraban; dos hombres se me acercaron. Me preguntaba en qué me podría convertir yo en la oscuridad. Cerré los ojos, abrí la boca y esperé a encontrarme a mí mismo.

El hombre alto es el que se acercó más y me habló en neerlandés. "Ik spreek geen Nederlands," le dije, apoyándome en la pared para ofrecerle mi cuerpo. Cuando estoy en lugares como este, no me importa cómo me toca la gente, y me abro a lo que venga. La excitación procede de ver hasta dónde llegan, porque sé que yo he llegado mucho más lejos a la luz del día, cuando me han llevado a un lugar agradable. Pasó sus manos por el pelo de mi pecho y encontró los piercings de mis pezones. Intentó besarme, pero le rehuí – no era ese el tipo de intimidad que estaba buscando, pero eso le hizo querer más de mí. Yo quería sentir sus grandes manos sobre mí, dentro de mí. Quería que me tocase todas las partes de mi cuerpo sin que yo pudiese verle. Estaba ardiendo en deseos de guiarle.

Me gustaba la fuerza de sus manos, fue un poco bruto conmigo – mis piercings dejaban claro el tipo de cosas que me gustan, así que me tiró de los pezones, y volvió a hacerlo para intensificar la sensación. Me agarró de las pelotas y del rabo, y jugó conmigo un rato, poniéndomela dura, rozándome hasta que le mojé los dedos. Lo mejor fue cuando me estaba dando una buena en plan bruto, dándome bofetadas con sus manos fuertes y empujándome golpeándome el pecho, y después volviéndome a empujar contra la pared, sin que mi cuerpo se resistiese, poniéndome los brazos sobre mi propia cabeza, apretando su cara contra mis sobacos, inhalándome, cogiéndome con fuerza, aplastándome las pelotas hasta que gemí en la oscuridad, empujándome contra los ladrillos. Mis sombras estaban siendo observadas por un hombre que se empezó a pajear al lado de nosotros. Disfruté estando así de expuesto, sujeto por el rabo y por las pelotas, que estaban dentro de un puño enorme que me podría haber dejado sin conocimiento si me hubiese dado un paliza, la otra mano me estaba golpeando el pecho, aplastando el acero de mi pezón contra mi caja torácica.

Su mano se movió hacia mi cara. Me sentí vulnerable porque no podía ver, pero quería me dominase. Me tocó los labios, y probé mi propio esperma. Abrí más la boca. Me metió dos dedos en la boca, profundamente, muy húmedos, hasta el final de la lengua hasta que empezó a sentir las partes blandas de mi garganta. Me agarró de la mandíbula y sentí que se me salía la saliva y estaba babeando por fuera de los labios, hacia mi barba. No me dieron arcadas – estoy muy bien entrenado como para que me pase eso. Sus dedos eran feos. No se cuidaba, su piel era áspera, su barba de tres días me rascaba la piel, su boca era grande y sus labios estaban húmedos. Su ancha lengua me lamió, me la metió hasta el fondo de la boca y después la pasó por la cara para humedecerme los ojos. Me sentí como una zorra, queriendo más, necesitando más para convertir todo esto en placer, erotizando lo grotesco mientras me dejaba caer en este rollo. Me dio la vuelta, con la cara frente a la pared descubierta, y se puso de rodillas detrás de mí, separándome el culo con las manos, chupándome el ojete, escupiéndome en él. Yo puse el culo hacia atrás, dejándole que lo me comiese como quisiera, metiendo esa lengua tan grande donde yo quería que pusiese la polla. Me encontraron las manos de otro. Me bajó la cabeza hacia su polla gorda y me la pasó por toda la cara. Mi boca ansiosa estaba abierta, pero me dio golpes con la polla en los carrillos en vez de dármela para que se la comiese. La sorpresa me dio aún más ganas. Si hubiese querido hablar, habría suplicado que me follasen. En vez de eso, no dije nada, los dos tíos estaban jugando conmigo como les venía en gana.

El primer golpe me dio de lleno en el ojete, que lo tenía muy húmedo. No hay nada que me ponga más que me den golpes ahí. Su mano era pesada; inmediatamente me ofrecí a él. Mi movimiento le confirmó lo mucho que me apetecía, coreografié mi consentimiento a través de la forma en que le ofrecí mi cuerpo. Dije "Más". Se movió, agarrándome de las caderas con una mano y manteniéndome pegado a sus pantalones de cuero; con la otra, empezó a azotarme. Un hombre agarrándome de la cabeza y fallándome la boca, y el otro azotándome. A veces me daba en las cachas del culo, mientras un calor rojo se iba apoderando de ellas, sobre todo cuando lo repetía con fuerza y rapidez y pensé que me iba a partir en dos, mientras intentaba estarme quieto para él. Cada golpe me hacía que la polla del otro me entrase más profundamente en la boca. No la tenía muy larga, por lo que las pelotas me daban en los labios, su grosor me estaba dilatando la boca, e intenté que no me entrasen arcadas cada vez que me la metía en la boca, incapaz de concentrarme en el hombre con mi cara. Sentía como me escurría el esperma frío sobre los muslos cuando mi polla me daba en las piernas y cuando el hombre me daba un golpe en el culo. Mi culo estaba rojo y me ardía y sabía que me iban a salir morados, pero abrí más las cachas para que me pudiese dar tan fuerte como para hacer reaccionar a mi próstata. Deseaba desesperadamente que me follasen. A veces me metía el dedo, y me podía concentrar en chuparle la polla al otro tío, pero cuando estaba a punto de correrme, paraba y sacaba sus gruesos dedos, me azotaba el ojete otra vez, del placer al dolor y de ahí al placer. Todo el tiempo, su rabo, que era bien gordo estaba apretado contra mi costado, pero no me lo daba. ¿Quizás le debería haber dejado que me besase pensándolo bien?

Me forzó a ponerme de rodillas y se puso de pie con sus caderas detrás de mi cabeza. Se puso a besar al hombre que me estaba follando la boca, y al mover sus caderas me empujaba y hacía que se me metiese la polla del otro tío en la boca. A veces me agarraba de la cabeza con las manos, con los dedos dentro de mi boca y me abría la boca más mientras me la follaban. Estaba calado con mi propia saliva. La tenía dura y me estaba pajeando mientras les dejaba que usasen mi cara y ellos se perdían en un beso muy profundo. Al final empecé a sentir que su polla estaba a punto de estallar. Gimiendo. Una mano en la nuca y sus pelotas llenas de sudor dándome en la barbilla, se corrió con tanta fuerza en mi boca que no pude ni saborear el esperma, solo mi saliva que sabía a su polla. Le sentí hacer aspavientos y descargar directamente dentro de mi garganta. Se fueron después de que sacase la polla de mi boca dejándome en el suelo, oliendo a su polla. Me pase los dedos por la barba que estaba mojada e inhalé todo el aroma.

* * *

En la oscuridad casi absoluta de un cuarto oscuro encontré al hombre al que había estado escuchando antes. La luz roja de la esquina me dejaba ver lo suficiente. Tenía una venda en los ojos, y estaba atado al sling en posición, su culo estaba expuesto, ya lo habían usado, seguía listo para que se lo follasen. Un tío que llevaba unos chaps de cuero le estaba follando la boca sin parar. Me quedé cerca y me puse a mirar, intentando descifrar lo que estaba pasando. Sus piernas estaban encadenadas para que las tuviese bien abiertas; su polla estaba inmovilizada para mantenerla dura. Observé la escena, discretamente, tocándome la polla hasta que estaba lo suficientemente excitado para unirme a la fiesta, el culo me dolía aún después de la sesión de antes. Al principio se sobresaltó cuando le toqué, después se puso a gemir cuando le empecé a chupar la polla y las pelotas, lubricándole con mi saliva, y después me concentré en su ojete. Le habían follado mucho esa noche. Sabía a condones y lubricantes y a ese olor agridulce a almendras y tierra quemada. Le habían dilatado bien y estaba muy suave por dentro. Gimió cuando le metí la lengua, apretando mi boca contra su cuerpo mientras otro tío le agarraba la cara y le metía la polla hasta el hígado, haciendo sonidos que acompañaban su placer, su ojete se contraía cuando le daban arcadas, y se abría cuando se relajaba, succionando mi cara ansiosa. Todo ese placer anónimo – un rabo que se estaba trabajando a saco, una boca comiéndole el culo – todas esas sensaciones intensas mientras estaba expuesto e indefenso en el cuarto oscuro. Ninguno de esos polvos significa nada. No había necesidad de tener un orgasmo; ni deseo de finalizar ese placer. No se debía nada a nadie; no se había perdido nada. Otros nos estaban viendo; a veces le tocaban, pellizcándole los pezones o acariciándole la polla. Paré y dejé que otro le trabajase el culo. Yo quería encontrar rabo. Antes de salir del cuarto, otro hombre ya estaba fallándose el culo que me había trabajado yo.

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