IVAN EN EL CUARTO OSCURO: Spanner y la cámara

IVAN EN EL CUARTO OSCURO: Spanner y la cámara

de Noticias Recon

14 enero 2019

Ivan, alias candiflip, es un historiador académico de la sexualidad. En una nueva serie de artículos, va a compartir con todos nosotros algunos de sus encuentros fetichistas favoritos (con todos los detalles), además de contarnos más cosas sobre la historia del fetichismo:

Me dices que me quieres exponer al mundo – eso no es suficiente como para utilizarme y degradarme y traspasar mis límites para que lo puedas ver tú mismo, o los que están en la habitación. Me quieres capturar para siempre dentro de estos sentimientos de éxtasis. Quieres detener el tiempo. Quieres ver cómo soy realmente cuando me haces estas cosas. No solo quieres ver dónde golpea la vara, o dónde me salen los morados por tus golpes – quieres sentarte y verme tratado con brutalidad. Me quieres usar para entretenerte. Quieres grabarme mientras follamos, para poder enseñarme el aspecto que tengo; para poder observarme con una distancia objetiva que te permite procesar la forma en la que el dolor se mueve a través de mi cuerpo. Para poder enseñar la película a otros a los que quieres follarte. Después me dices lo bueno que estoy, cómo te haces pajas mirando lo que me has hecho, volviendo a vivirlo. Me quieres conocer más, para capturarme en imágenes, para ver cómo actúo para ti, una y otra vez, bailando con cada golpe de la vara. ¿De qué podemos enterarnos sobre mi grabándome mientras juegas conmigo?

Todos aprendemos a jugar observando a otros – agachados frente al ordenador, viendo porno con la polla en la mano; mirando una escena que se desarrolla en una fiesta; sentándote al hacer un trío viendo cómo me la mete el tercer tío. Aprendo a verme bajo una nueva luz cuando me grabas. Me haces poner atención a cosas que no sabía sobre mí mismo. Me conviertes en una criatura que me pone cachondo a mí mismo. Me enseñas el placer que siento mientras llenas mi cuerpo de dolor. Estos documentos narcisistas de placer me ayudan a entenderme, a apreciar las experiencias que me das. Es una parte importante de cómo crezco, de cómo crecemos. La pornografía es una parte real de mi vida.

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Me coges por las muñecas y me atas los brazos, extendidos. Me haces agacharme, y me enganchas los brazos a un gancho que cuelga del techo. Mis piernas están inmovilizadas y abiertas con una barra que conecta mis tobillos. Estoy listo para ti – para que me pegues, para que me folles, para que me hagas daño, para que me uses como quieras. Estoy expuesto. Tengo que concentrarme para mantener el equilibrio. Todo esto te divierte – esto es lo que estás grabando, tu cámara está lista para capturar mi sufrimiento, para disfrutarlo después cuando no tengas nada que hacer. Me dices todo el tiempo el aspecto que tengo para ti. El aspecto que tendré para todo aquel que vea el espectáculo. Me excita. Quiero que me hagas inmortal.

Coges un látigo pesado y empiezas a azotarme. Me encanta el peso. Me encanta la punta al tocar mi piel, despertándome, haciéndome bailar. Me golpeas donde quieres – en la espalda, en las piernas, entre las piernas para que mi polla dura golpee mis propias pelotas, y mis rodillas se doblan pero no puedo caerme. Te ríes de mí. Te gusta la falta de dignidad que tengo. Eso es por lo que me escupes en la cara. Eso es por lo que me pones la cara en tu culo, agarrándome del cuello y usando mi lengua. Ahora es cuando me convierto en carne con la que jugar. Esto es lo que me mostrarás cuando quieras que vea como me usas, cuando no aguanto el dolor, solo cuando soy capaz de verlo. Lo único que hago es intentar aguantas todo lo que me das, dándote todo lo que quieres tomar. Ofreciéndote mi cuerpo una y otra vez para que juegues con él, para que me explores.

Cuando me das con la vara, saco más el culo para recibir tus golpes, abriendo mis costillas para dejarte darme donde quieras. Me gusta mucho todo esto. Quiero que me rompas la carne y que me marques con magulladuras duras y azuladas justo a punto de sangrar – con la carne tan tierna que parece que la piel va a explotar solo con tocarla delicadamente. Siento que todo mi cuerpo se corre. Siempre pido que me des 100 varazos; y luego siempre deseo haber pedido 200. Siempre quiero que me lleves demasiado lejos, hasta que descubrimos exactamente hasta donde puedo llegar. Tiene que haber un momento en el que me ves que no aguanto más. Hoy, quizá, veré ese momento también cuando me pongas la grabación de lo que he sido. Eso es lo que pienso para mí mismo cuando recoges el látigo y me apaleas, besándome con morados que envuelven todo mi cuerpo, marcándome como tu propiedad.

Sé que estás grabando todo esto, con la cámara en una de tus manos mientras que me das latigazos con la otra – la lente reemplaza a tu polla. Me pregunto qué es lo que quieres graba-follar con tu cinematografía de mi placer y mi dolor y mi cuerpo siendo transformado. Ya me has dejado marcas por todo mi cuerpo – tengo tatuajes tuyos, y cicatrices de otros juegos por todo mi cuerpo como si me estuvieses tocando constantemente por todo mi cuerpo, sin dejarme escapar nunca. Finalmente puedo ver cómo estas líneas de la vida se mueven sobre mí al sufrir bajo tu látigo, cuando nos abrazamos y vuelves a reproducir la escena una y otra vez. Puedo empezar a ver lo que ves tú y me dices que me encuentras hermoso. Esos juegos a los que jugamos me unen a ti. Eso es por lo que lo celebro.

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Nota: la investigación legal más extensa sobre las prácticas BDSM fue el Proceso Spanner de 1990. En 1987, un empleado que reparaba televisores en el Norte de Inglaterra entregó a la policía un vídeo que había sacado de un reproductor de vídeo roto. El vídeo era de escenas de sexo gay BDSM con consentimiento. Mostraba cosas como clavos introducido en los agujeros de los piercings de la polla que después eran clavados al suelo, azotes con varas, azotes, dominación y otras prácticas normales en el mundo del BDSM extremo.* La policía inició una investigación exhaustiva de lo que creían que eran rituales de asesinatos violentos, en lugar de entender que eran prácticas aceptables para una parte de la comunidad – y en los jucios subsiguientes se llevó a cabo un intenso escrutinio del mundo BDSM finalmente en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, que defendió la decisión del Tribunal de Apelación en la se decía que los hombres no habrían podido dar su consentimiento a esas prácticas, por lo que los activos fueron condenados a penas de prisión por cometer daños y perjuicios al cuerpo humano. Estuvo claro que la ley tomó una visión muy determinada con respecto a la libertad personas para experimentar lo que se quiera con el cuerpo propio, y se publicaron los límites de lo que se consideraba aceptable – no a la rotura de la piel, no fistear muy profundamente, no mear a alguien. Querían que fuésemos chicos gays buenos, incluso en privado. No querían que grabásemos o celebrásemos nuestros deseos más íntimos.
Esta dura sentencia trajo consigo un debate de los riesgos de las prácticas BDSM en lo que se refiere al contagio de enfermedades por la sangre – homofobia y serofobia presentado con otro nombre. Este caso subraya el hecho de que no tengamos control absolutos sobre nuestros cuerpos – no podemos hacer lo que queramos con nuestros cuerpos después de la muerte, no podemos usar sustancias prohibidas, ciertas prácticas de modificación corporal están prohibidas, no podemos hacer circular imágenes o textos de determinadas prácticas sexuales (meos, fisting profundo, BDSM donde la piel se haya roto, hacer cortes u otras prácticas rituales que están aceptadas en la comunidad gay BDSM, están prohibidas). Esos hombres no podían darles el consentimiento para que les tratasen exactamente como habían pedido que se les tratase. El hecho de tener contraseñas y que se hubiesen puesto de acuerdo con anterioridad sobre lo que iba a pasar no representaba nada ante la ley, que consideraba que la capacidad cognitiva de esos hombres estaría disminuida como consecuencia del consumo de drogas y alcohol, y por lo tanto esto creaba un problema a la hora de dar el consentimiento. Les pillaron porque decidieron grabar un vídeo de la escena y algunos jueces temieron que más gente descubriese el rollo BDSM marica a través de la pornografía y estos vídeos . Leer la sentencia me dio - cuando tenía 18 años - una sorpresa erótica de la que Recon me ha ayudado a recuperarme.
La pornografía puede ser un género transgresor – cuando se hace de forma política, se enfrenta con lo que se considera aceptable, al borde la ley, intentando hacer que se acepte que lo que hacemos nosotros es ético y valioso para nosotros. Quería escribir sobre las grabaciones porque creo que la producción de pornografía visual también es una parte importante de la construcción de la comunidad. Los hombres que se visten de cuero tienen el aspecto que tienen porque así es como se les representó en el porno visual, como en Tom of Finland. Además hay algo potente en que te graben haciendo cosas extremas – volverlo a ver te permite ver muchos detalles extras sobre ti mismo. Sin embargo, ten en cuenta que esos vídeos pueden ser usados como pruebas contra ti. "En donde quiera que haya poder, hay resitencia."


*La primera vez que oí hablar del BDSM y la modificación corporal sexual fue leyendo un artículo sensacionalista en la revista de los Testigos de Jehová sobre el Caso Spanner, La Atalaya que encontré en el contenedor del reciclaje cuando tenía 18 años. Fue un momento de formación en mi vida.

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