ISSUE_03: DIOSES Y AMOS

ISSUE_03: DIOSES Y AMOS

de Noticias Recon

28 septiembre 2021

Por Fawkink, usuario de Recon

Cuando el mes más sagrado terminó, los placeres terrenales volvieron a estar en el menú. Los últimos treinta días han estado marcados por los sacrificios constantes, una promesa voluntaria, la verdad, en la que te privas de algunas de las cosas necesarias más básicas para concentrar la mente, canalizar el alma y subyugar nuestras necesidades imperiosas. Pero en las horas que siguen al fin de ese mes, te dejas llevar y te das un gustazo otra vez, te consumes en el placer y celebras la libertad que tienes para satisfacer tus necesidades primarias.

¿Es el Ramadán o el Locktober?

Es un poco extraño el hecho de ser musulmán fetichista, practicante en las dos cosas – solo bebo cerveza si ha sido reciclada – y me pregunto si realmente quiero pronunciar el nombre del de arriba en la misma conversación en la que me pongo a versar sobre la veneración de las botas y sobre los gimps. A nivel estadístico, no es posible que sea el único fetichista creyente del mundo, pero bueno, ¿cuándo fue la última vez que me puse a hablar de teología entre dos series de latigazos?

Aunque me guste fingir que no hay ningún obstáculo impenetrable entre la fe y el folleteo, la verdad es que es chungo encontrar apoyo hacia el estilo de vida fetichista por parte de muchos líderes religiosos. No es algo exclusivo del Islam. Los amigos fetichistas judíos, cristianos e hindúes que tengo tienden a trazar una línea entre sus creencias y su faceta guarrilla, sin tener ninguna intención de permitir que estos dos mundos se encuentren. Aunque la moda y la comunidad constituyan un elemento importante en el mundo fetichista, en el centro de este mundo siempre estará el sentimiento de celebración de la sexualidad y el placer, quizá considerado como algo repugnante por una tradición que, como en el estereotipo de la diáspora de los últimos días, propulsa el conservadurismo social y sexual no solo como una norma, sino como una obligación.

"Reconozco que la autoaceptación consiste tanto en aceptar el lío de contradicciones que define al ser humano, como en aceptar el derecho que tenemos a la oración y al placer."

Ubicar tu derecho a ir al cielo y al infierno en los dos extremos opuestos del espectro va en contra de la idea de que tu yo sexual es tu yo esencial, o de que puedas ser completamente tú en los espacios fetichistas, esos a los que la sociedad en general considera aún como algo pervertido o inapropiado. Pero ningún espacio existe en el vacío, eso quiere decir que puedo ser completamente musulmán en medio de Fire en Vauxhall y que también puedo ser completamente fetichista en medio de las oraciones del viernes. No estoy diciendo que haya que poner una sala para rezar en la próxima fiesta de Recon, lo que digo es que como actuemos y nos presentemos a nosotros mismo en esos espacios es solo otra faceta de nuestra identidad, y no la versión más básica y despreocupada de nuestro yo.

¿Por qué hablo de esto? Ya sabemos lo teatrero que es el circo del sexo, mucho más en el caso del fetichismo con toda la parafernalia y las prendas específicas que nos ponemos. Muchos de nosotros hablamos de que, cuando nos ponemos el look fetichista, nos convertimos en una persona diferente, o en una versión más elevada de quien ya somos. Sin embargo, el hecho de no poder combinar mis gustos sexuales con mi fe religiosa no me hace caer en la más pura desesperación existencial. Reconozco que la autoaceptación consiste tanto en aceptar el lío de contradicciones que define al ser humano, como en aceptar el derecho que tenemos a la oración y al placer." No tengo por qué considerarme menos musulmán cuando me monto una sesión fetichista, pero la forma en la que los demás ven mi fe en ese contexto es otra cosa.

Llevo en Recon mucho tiempo. He sido fetichista durante la mayor parte de mi vida y he participado en el ambiente fetichista desde que era un veinteañero. Pero sin las imágenes de mis fotos o la fecha que confirma cuándo me hice el perfil, si le digo a alguien cuál es mi religión, aunque no haya inmediatamente la típica la confusión o a una risitas contenidas, el hecho de decirlo puede provocar el resurgimiento de diferentes prejuicios preconcebidos estereotipados y muy equivocados. Por ejemplo, estereotipos como que estoy casado. Que no pude oponerme a ese matrimonio. Que al no poder negarme a casarme, follaría con cualquiera. Y que como follaría con cualquiera, acepto determinados comportamientos.

Hay tanta fantasía entretejida entre los temas paralelos orientalistas del conservadurismo sexual – los burkas y las prohibiciones de fornicar – y el ''Oriente Místico", con su cabalgata de concubinas y de harenes. Aunque no puedo decir que no haya experimentado un terror sagrado cuando me llegó la pubertad a tope, y aunque mi orientación sexual coincidió también con muchas historias de internet que han sido borradas, aunque tampoco pueda negar que haya experimentado mi sexualidad en olas de zorrería increíble en diferentes momentos de crisis, eso sí, la idea de que un hombre más mayor que yo, más experimentado y normalmente de raza blanca que abre con delicadeza mi mente cerrada y triste ante los placeres fetichistas después de haberme pasado toda la vida en el armario, pues ese rollo pierde la novedad después de la quinta o la sexta ''primera vez''. El sexo con los infieles no cambia quien soy, independientemente de si ves las rozaduras de las patas de tu cama como un trofeo o no.

Y es difícil no imaginar lo que ese trofeo significa frente a las historias de imperialismo, de guerra santa y de las nociones de los ''bárbaros'' a la puerta, y cómo las mismas ideas continúan reproduciéndose en la ropa respetable del ''identarismo'' y de las fantasías occidentales del "Gran Remplazo". Como otros milenials musulmanes en Europa y en Norteamérica, crecí después del 11 de septiembre, cuando la hostilidad pública hacia el Islam no solo aumentó increíblemente, sino que redujo a una sola raza una creencia con gran diversidad, hasta el punto que, sobre todo en Europa, la tez de piel oscura se convirtió en el sinónimo del terror. Mi nombre, mi melanina y el hecho de no beber alcohol me sigue definiendo como el ''otro'', y a menudo me he sentido incómodo en espacios fetichistas por mi identidad racial y religiosa. Aunque hay elementos de poder que realizan esfuerzos intencionados para asegurar la inclusión, el telón de fondo de la islamofobia casi omnipresente, que puede proceder de la boca de presidentes o de la boca del encargado del pub, esa islamofobia latente es la razón por la que un tío vestido de rubber me pregunta al terminar una sesión que ''por qué tiro a los gays desde los tejados''.

El Islam, al igual que el Judaísmo, tiene un marco teológico complejo, que en muchos casos queda eclipsado por la ética práctica o los temas más importantes de comunidad y hermandad. Me identifico como musulmán menos por las cosas en las que creo o no, y más porque como miembro de la "umma" universal, y como protector de comportamientos y rituales que han sido transmitidos de generación en generación. Pero la idea de murmurar oraciones en el cuarto oscuro me resulta demasiado difícil de combinar con mi fe, bueno, al menos puedo representar los valores de la compasión, la educación, el respeto mutuo y por lo menos dentro de las fronteras del consentimiento, la dignidad de otra persona. De ninguna manera estos son valores únicamente musulmanes, o religiosos, pero constituyen una expresión de mi fe que puedo combinar fácilmente con el amor que tengo por los hombres y por las cuerdas.

Y si por casualidad también eres fetichista, queer y musulmán, por el amor de todo lo sagrado...
…deja de leer y ponte en contacto conmigo.

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