BYRONICPUNK: Más fetichismo, con sentimiento
de
Noticias Recon
20 marzo 2020
Danny Thanh Nguyen, alias ByronicPunk, es famoso por sus habilidades con los látigos, además de por ser un escritor de obras realistas. Actualmente está trabajando en un libro sobre el fetichismo, la supervivencia y el paralelismo entre las comunidades gay fetichista leather y los refugiados. En este artículo nos habla de que puede que las raíces de nuestros fetichismos no sean siempre las mismas, pero examinar esas diferencias puede ser interesante
Me parece fascinante cómo a la gente le pueden gustar los mismos fetichismos pero por razones totalmente diferentes. Ya sea S&M, botas/uniforme, meos, juegos de puppy , lo que sea — probablemente la suma de las razones que hay detrás de tu amor por un fetichismo en particular no van a coincidir 100% con la opinión de los otros fetichistas. es como si fuésemos un grupo de veletas viciosas y guarrillas.
Una vez tuve un rollo de verano con un cerdako al que le gustaba que le trabajasen el culo y que estaba de visita en San Francisco ese verano. Habíamos acabado de terminar una sesión de fisting y estábamos tumbados en la cama, agotados, calados de sudor y contentos. Me limpié con una toalla las manos, que se me habían quedado arrugadas después de estar metiéndole lubricante J-lube a saco, y le dije, "Buen trabajo – has sometido tu ojete como un campeón ." Con buenas maneras, puse mi mejor voz profunda de Amo Daddy, pensando que le iba a gustar saber que a mí me había gustado. Pero subió una ceja y me echó una mirada entre confusa y sintiendo pena.
"¿Someter?" dijo, "¿en qué parte he sido sumiso?"
La conversación de después reveló que, por supuesto, le gusta el rollo Dominante/sumiso pero no cuando le hacen fisting. "En el fisting," dijo, "se trata de mi placer egoísta y de estar cerca de la otra persona. Es una de las cosas más íntimas que hago con otra persona."
Revisé mentalmente la secuencia porno de nuestra sesión : la forma en que gritaba con las piernas levantadas, mis gruñidos cada vez más agresivos, la forma cada vez más degradante en la que nos acabamos dirigiendo el uno al otro, que en los círculos educados de la sociedad nadie consideraría como una situación en la dos personas se caen bien entre ellas. Había pensado en esas últimas horas en las que los dos estábamos intentando beber del mismo pozo de energía oscura. Pero ahora, estaba claro que la persona dominadora que yo había sacado de mi interior para follarle con mis nudillos había existido solo en mi espacio mental.
Hay una diferencia entre saber que a una persona le gusta un fetichismo frente a saber por qué le gusta ese fetichismo. Recuerdo una conversación que tuve con un amigo de bondage acerca de por qué nos gusta que nos aten y nos cuelguen del techo como si fuésemos las piñatas más sexy del mundo. Aunque se puede trazar la raíz de nuestras atracciones de bondage hasta nuestra niñez, eso es lo único que podemos decir que coincida. De niño, me gustaba estar atrapado en la cama metiendo bien las sábanas debajo del colchón; también jugaba a la lucha libre con un vecino gordito para poder sentir su peso alrededor de mí como si fuese una masa de pan que me cubría y crecía a mi alrededor. Por eso, para mí, el bondage es algo que se centra en las sensaciones físicas — estar apretado, la compresión, las formas en las que las cuerdas se me clavan en los brazos y las piernas, engulléndomelos . Flexionar mis músculos contra las ataduras es justo lo que me hace entrar en ese subespacio de superhéroe.
Sin embargo, mi amigo creció en la cultura militar de Indonesia y practicó auto-bondage de pequeño. Se ató a sí mismo a las sillas de la cocina con cinta adhesiva para recrear las escenas de tortura de James Bond; se ató a sí mismo en el suelo e imaginaba que intentaba escapar de los ladrones que habían entrado en su casa. Su adrenalina erótica no procede de las ataduras físicas, sino de un sentido psicológico de estar desamparado, que es lo que le inspira. En esas sesiones, acaba en un lugar lleno de vulnerabilidad, en un espacio mental de víctima cautiva con el temor de no poder controlar su cuerpo o su destino.
Dos hombres, con los mismos medios, pero con diferentes fines. Esto es normal porque nuestra sexualidad debe ser algo dinámico. Pero este dinamismo plantea un desafío cuando se intenta jugar con otros que comparten nuestros fetichismos: aprender a dirigirte a las texturas y matices de nuestros deseos, viendo cómo se complementan o se alinean de forma diferente.
Es más fácil comprender internamente los fetichismos que nos gustan a nosotros mismos, en ese espacio privado y turbio de sentimientos instintivos, que expresarlo abiertamente a los demás. Pero la salsa secreta de una sesión en la que conectas con el otro, es cuando nos desafiamos a nosotros mismos y a nuestros compañeros sexuales a explicar qué es lo que nos atrae de nuestros fetichismos — señalando las intenciones específicas y los motivos detrás de ellas.
¿Cuál es la razón fundamental para convertirte en tu personaje de pup y qué es lo que te produce ese pensamiento? ¿Cuáles son los miles de razones por las que ponerte una prenda determinada te hace sentir poderoso o te da el permiso de montártelo de una forma en la que no lo harías, si no? ¿Cómo puede ser que el hecho de que te peguen hasta tener morados y estar hecho polvo te apacigüe tu interior? Las preguntas sobre si te apetece algo tontorrón y en plan juguetón, o algo más fuerte y en plan tabú, o algo oscuro y aterrador, o algo en plan catarsis para eliminar la ira o un trauma — estas son las herramientas interrogativas que nos ayudan a pintar la imagen completa de lo que son nuestras fantasías. Nos pueden ayudar a descubrir los detalles y el contexto necesario para llegar a un lugar de placer egoísta y de intimidad del que hablaba mi rollo de verano. Al excavar en la profundidad de lo que nos gusta, nos convertimos en mejores negociadores, más responsables y capaces de hacer realidad nuestras pasiones, así como de hacer realidad las de los demás.
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