BYRONICPUNK: Abiertos

BYRONICPUNK: Abiertos

de Noticias Recon

14 diciembre 2020

Danny Thanh Nguyen, alias ByronicPunk, es famoso por sus habilidades con los azotes y los lá?gos,
así como por ser un escritor de novela y de ficción. En la actualidad está trabajando en un libro
sobre el fe?chismo, la supervivencia y los paralelismos entre la comunidad fe?chista y de cuero y
los refugiados. En este arGculo, Danny comparte con nosotros una descripción honesta de cómo es
estar en una relación abierta


Una de las reglas de nuestra relación abierta era que David y yo nos contásemos nuestras aventuras
sexuales extramaritales. Esta vez, el momento de ponernos al día tuvo lugar durante una cena.

"Bueno, hay un chico," dijo David. Me enseñó la pantalla iluminada de su iPhone desde el otro lado
de la mesa. Un hombre joven con una chaqueta azul con capucha con UCLA escrito en la parte de la
delantera me iluminaba la cara.

Estábamos en el restaurante vietnamita favorito de David, que era super pequeño, estábamos
sentados al lado de un espejo que estaba rodeado de luces de Navidad aunque fuese junio. Nuestro
camarero nos había tomado nota y estaba preparándonos unos cafés con hielo en la cocina. David
echó un vistazo a su teléfono, pasando de una foto a otra: un pelirrojo bajito y rarito de un bar, un
turista de San Diego con un buen bronceado, etc.

Estábamos empezando en esto, no teníamos ni idea de si había algún Upo de protocolo para estas
conversaciones para ponernos al día, por lo que hablamos de las historias de nuestros escarceos
como si estuviésemos hablando de rumores sobre nuestros amigos.

David tenía un cuerpo con forma de ladrillo y se ponía camisas negras para parecer más delgado.
Tenía treinta y tres años en esa época, pero tenía cara de niño. Para atraer a hombres más jóvenes,
había puesto en su perfil que tenía veinUcinco. Los chicos con los que se liaba eran jóvenes, como
chihuahuas salidos de la uni que se ponen vaqueros Diesel. Sus cuerpos eran imberbes y delgados,
sus caras tenían ojos grandes y curiosos. Al ir pasando de foto en foto, senX como si mi vello corporal
me empezase a picar bajo la ropa. Hasta la barba me pesaba más.

Cuando David me preguntó por mis úlUmos escarceos, le dije que no había follado con nadie
úlUmamente. Solo había jugado.

"Jugar" es nuestro código. Para las otras cosas. El sexo no-sexual. No había abandonado el sexo
convencional, pero úlUmamente llevaba un Uempo conociendo a Xos a los que les gustaba que les
atasen, o Xos que querían atarme a mí.

David se quedó callado, golpeando suavemente con los dedos el cristal de la mesa. Se le congeló la
mirada. Estaba intentando olvidar las imágenes que habían podido aparecer en su mente.
Probablemente: yo poniéndole pinzas de la ropa en los pezones a un chico, y después azotándole
con una fusta. Probablemente: yo con el aspecto de Pinhead de Hellraiser con una capucha de cuero
en la cabeza, intentando recuperar la respiración a través de la cremallera de la apertura para la boca
(aunque me parezcan tan raritas esas capuchas que automáUcamente no estarían en mis sesiones).

Entre los sorbos que estábamos dando a nuestros boles de sopa de noodles, que estaban hirviendo,
David finalmente preguntó, "¿Qué hiciste exactamente una vez que le habías atado?"

Era capaz de oler el ajo frito pegándose a mi ropa y a mi pelo para el resto de la noche. Dudé en
decirle a David que al chico con el que estuve le ponía canUdad la tortura de pezones, y que para
obtener una reacción por su parte le tuve que retorcer las pezones tanto que acabaron tan rojos
como si fuesen balas hinchadas, y que saboreé el gusto a cobre del plasma que escurría de su piel
sobre mis dientes.

Había estado separando mis idenUdades. Por el bien de David, pocas veces mencionaba el Upo de
prácUcas que realizaba yo. Si tuviese que explicar los detalles de estas sesiones - las mordazas en la
boca y los láUgos, las varas de color morado - él se desmayaba si le tocaba un morado que se hubiese
hecho. Entendía que me pusiese todo eso, que era algo natural que no se podía cambiar, y la relación
abierta era una de las formas en que me mostraba que me apoyaba. De todas formas, lo consideraba
inUmidatorio.

En las pocas ocasiones en las que me preguntaba por los detalles, le respondía de forma breve y
educada. David formaba parte de ese mundo de personas normales. De besos dulces y caricias en la
mejilla y abrazos en la cama. Me veía descender hacia un mundo de perverUdos, un lugar de
lamentos oscuros llenos de raíces y de piel destrozada.

Después de cenar, caminamos por la acera hacia el coche para volver a nuestro piso. El aroma de
sopa inundaba el coche. Cuando lo arranqué, David se acercó a besarme y mi barba incipiente de las
cinco de la tarde le rozó los labios.

"¡Au!" dijo.

Al igual que mis feUchismos, el pelo le estaba empezando a molestar. La noche anterior, estábamos
viendo la tele en el sofá y esUré las piernas que tenía desnudas y las puse junto a las suyas, haciendo
que el pelo de mis gemelos le acariciase sus espinillas. Se apartó, haciendo como si tuviese una
maquinilla de cortar el pelo y como si fuese un peluquero e imitó el sonido de una de esas
maquinillas. Siguió haciéndolo y subió desde las piernas hasta mi cabeza —Bzzzzzz—como si
estuviese esquilando a una oveja.

No he sido siempre un feUchista acUvo, ni tampoco he sido siempre peludo. Antes tenía el aspecto
de esos chicos cuyas fotos guardaba David en su teléfono. Tenía una cintura fina y correspondía a su
ideal de niñato: sin pelo, delgado y un poco tonto. Tenía diecinueve años cuando David y yo
empezamos a salir y ahora ahora estaba en la treintena. Se me habían ensanchado los hombros, mi
metabolismo iba más lento y mi barriga había empezado a colgar por encima del cinturón.

"Tu barba pica," dijo David.

"Lo que pica," le respondí yo, "es tener que afeitarme todos los días para tenerla a raya."

Les había empezado a decir a mis amigos que mi nuevo objeUvo era converUrme en un oso Upo
daddy gordo. Era en plan medio en broma, pero estaba diciéndolo al 100% en plan serio. Creía en
esforzarme en conseguir objeUvos.

Le repeX el chiste David mientras esperábamos a que el semáforo se pusiese en verde.

"Eso es asqueroso," dijo David.

Intenté evitar la progresión natural de mi cuerpo y de mi pelo gracias a entrenamientos en el
gimnasio y a un producto para eliminar el vello llamado Nad's. El producto en sí consisXa an una
especie de pasta viscosa de color verde que estaba puesta sobre Uras de tela que me pegaba al culo
y Uraba para arrancar el pelo — y a menudo la piel. Desperdicié un montón de dinero y de sangre
antes de aceptar que no me iba a poder converUr en alguien más joven y más delgado; sino que solo
me iba a converUr en alguien más viejo y más peludo.

Al hacerme mayor, uno de mis supervillanos favoritos de los cómics de Marvel era La Reina Blanca,
que se vesXa como una drag queen y solo se ponía lencería blanca muy escueta, botas hasta el
muslo, un corsé con cuerdas y una estola de visón. Su poder mutante era la telepaXa, la habilidad de
influir en el pensamiento. Con el paso del Uempo, sufrió otra mutación, como una segunda
pubertad. Aún era capaz de leer las mentes, pero también era capaz de transformar su piel en
diamantes para auto-protegerse.

Había otro mutante en su mundo que también sufría una segunda mutación: Hank McCoy, apodado
Beast. Su primer don era el de la fuerza sobrehumana, y luego, evolucionó hasta converUrse en una
gran criatura humanoide peluda y azul.

A lo que me refiero es que: como feUchista, era un mutante con superpoderes. Había sufrido varias
mutaciones en mi vida. Y a pesar de pensar que estaba recubierto de diamantes, había empezado a
tener el aspecto de una besUa peluda irreconocible para mi amante.
Uno de mis follamigos me explicó el divorcio de sus padres con una cita de Albert Einstein: "Las
mujeres se casan con los hombres esperando que cambien. Los hombres se casan con las mujeres
esperando que no lo hagan. Por lo que la decepción por ambas partes es inevitable."

David y yo no nos habíamos casado con mujeres — nos casamos el uno con el otro. Organizamos la
firma de los papeles legales en el ayuntamiento. Seguimos al juez vesUdo con su traje de gala hasta la
parte de superior de las escaleras de mármol. Nos dijimos los votos que resonaron bajo la cúpula
mientras estábamos de pie junto al busto de bronce de Harvey Milk. Cuando preguntó el juez,
"¿hasta que la muerte or separe?" Los dos dijimos Sí. Nos pusimos el uno al otro los anillos de oro en
los dedos, entendiendo la importancia de que siempre íbamos a estar unidos el uno al otro. O eso es
lo que esperábamos al menos.

Me pregunto cómo lo consiguen los matrimonios felices: envejecer juntos y felices, sobre todo
cuando uno o los dos cambian de forma radical a lo largo del Uempo. No soy capaz de vislumbrar qué
persona vio David cuando me miró a los ojos en la parte superior de la escalera, tan guapo en su
traje negro mientras decía que me amaría y cuidaría. ¿Pensaría que se estaba casando con un Xo que
por casualidad era feUchista y que se había converUdo en alguien que podría considerar aceptable?
¿O quizás vio a un feUchista que finalmente cambiaría y se converUría en alguien que podía
considerar aceptable? ¿O quizás pensaría que se casaba con un feUchista que no cambiaría, pero que
conseguiría aceptar al final?. Una de estas opciones es la real. Ninguna es la real. O quizás, todas
estas opciones son reales.

Hay puentes que cruzas al hacerte mayor, cada uno de esos puentes te lleva a diferentes desUnos a
parUr de tu punto de parUda. No siempre eliges esos puentes ni tampoco a donde te llevan.
ConverUrte en un oso Upo daddy feUchista es como cruzar un puente realista, algo intuiUvo y que se
puede conseguir. Cuando haya cruzado hasta el otro lado de ese puente, me pregunto si David
seguirá sinUéndose atraído por lo que vea. O seguirá en el otro lado de ese puente repiUendo su Sí,
quiero a mi fantasma.

***
David es mi amante y lo único que sabe hacer conmigo es el amor. No sabe lo que es el rollo burro,
no Uene un demonio interior que le inspire sadismo. La úlUma vez que hicimos el amor, fue una
noche en la que hacía demasiado calor para lo que es San Francisco, una noche en la que el aire
bochornoso del piso estaba estancado como una manta de lana. Estábamos irritados por culpa del
Uempo y por culpa nuestra, habíamos estado peleándonos un montón y finalmente de alguna
manera encontramos la solución, como siempre, después de gritarnos durante horas. Acabamos
echando el polvo de la reconciliación — el acto de intentar unirnos a nosotros mismos para ser una
enUdad cohesionada otra vez — y acabamos Urados en un charco de sudor y semen con todos los
elementos mágicos innombrables que existen como unión de dos personas antes de que se
empiecen a separar cada vez más la una de la otra.

Me levanté y fui al baño, me lavé la cara y me sequé el sudor de la espalda con una toalla. Cuando
volví a la habitación, David se había dormido rápidamente, estaba roncando. Estaba tumbado en
medio de la cama que comparXamos, con un brazo esUrado, como si estuviese intentando
alcanzarme para que me acercase. Al menos eso es lo que pensé yo. Es lo que necesitaba
imaginarme cuando me fijé en el espacio que me hizo hasta que me acomodé en la cama.

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