ARTÍCULO DE USUARIO: Piérdete en el fetichismo (literalmente)
de
Noticias Recon
01 febrero 2021
Por DogEwan
El hecho de tener una identidad está sobrevalorado. Me explico, es práctico para la vida cotidiana - mi cara y mi nombre me ayudan mucho con cosas como conseguir un trabajo, o que no me detenga la policía - pero la gente es MUY pesada con el rollo de proteger su identidad. Todos hemos visto reacciones de asco cuando se deletrea un nombre de forma incorrecta. Puede pasarte cuando pasan lista en clase, o en Starbucks, pero la verdad es que no perdonarás nunca a ese pobre profesor o a ese camarero por haber afeado tu nombre.
Es comprensible. Desde un punto de vista sociológico, nuestra identidad incluye mucho más que solo una apariencia y un nombre. Si me pongo en plan Bourdieu y utilizo su línea de pensamiento (sí, lo siento, soy ese tipo de francés pretencioso), a través de nuestras relaciones sociales adquirimos nuestra forma de pensar, de percibir el mundo, de actuar e interactuar con los demás. Como dijo uno de mis profesores, se puede pensar en las personas como si fuesen cebollas, puedes pelar cada una de sus capas para entender cómo cada una de sus experiencias ha creado una parte de su personalidad.
Entonces, ¿qué pasa si pelas completamente la cebolla? (Pues acabas llorando, pero la cebolla solo es una metáfora, ¿vale?) ¿Qué queda de la persona si le quitas todos los elementos de su identidad? ¿Y cómo te sientes al ver desparecer cada uno de los elementos de tu ser?
Respuesta: ES LA SENSACIÓN MÁS FUERTE DEL MUNDO. Comparo la primera vez que perdí mi identidad con la primera vez que me corrí. Me confiscaron la ropa al empezar la sesión. Me pusieron una correa al cuello y me esposaron en el suelo. El tío con el que estaba me obligó a comer y a beber directamente de un plato para perros. Me trató como algo que depende totalmente de su voluntad.
Y en un momento dado, hasta me quedé en blanco. Recuerdo que estaba con los ojos bien abiertos, todo el cuerpo adormilado, babeando en el suelo. Sin pensamientos en mi cabeza. Silencio. En realidad, eso es una mentira. He empezado la frase diciendo ''estaba'', ¡pero en ese momento yo no estaba ni existía! En ese momento, solo existía una especie de larva obediente. ¡Hasta me tenían que dar de comer con la mano!
A partir de entonces, todas las sesiones BDSM y las prácticas fetichistas con las que me lo paso bien tienen como objetivo mi identidad. Quería volver a tener esa sensación de estar atontado. He probado la hipnosis erótica para olvidar la existencia de mi ser. Siempre que empezaba una sesión BDSM, me gustaba disfrutar de la sensación de desvanecimiento interior desde este avión que llamamos vida.
Hasta tenía un efecto terapéutico. Cada vez que me borraba a mí mismo del mundo, también era capaz de distanciarme de cualquier tipo de ansiedad existencial o de las preocupaciones cotidianas que tenía. Puede que te sorprenda que un tío gay al que le gusta que le aten, que le escupan o que le llamen cabrón tenga problemas en su vida (lo digo sin sarcasmo), pero el hecho de relegar mi identidad me ha ayudado a disociarme de mi entorno. Incluso hasta es más potente que la claridad que tienes después de masturbarte, soy capaz de racionalizar cualquier problema o amenaza y gestionarlo todo con calma.
Y como la naturaleza odia el vacío, por casualidad he creado nuevas personalidades fetichistas - ¡de hecho eso coincidió con la época en la que empecé a ponerme máscaras! Por supuesto, está Dog Ewan, como me llamó uno de mis Masters. Luego, está también RO-2502, un dron programado por mi querido amigo hipnotizador, que normalmente se despierta cuando me pongo una máscara de gas. Después está Kink Boy, mi identidad de superhéroe, que hace muchas cosas pero al final acaba despojado de sus poderes a causa de las maldades de algún villano. Ah y puede que surjan más en el futuro, depende de cómo me manipule mi Master la próxima vez (y sí, mi terapeuta me ama).
Cada vez que me pongo una máscara, tengo esa sensación de liberación, como si cada una de esas personalidades cogiese su turno y tomase posesión de mi vida. Hasta cuando entro en un bar, me doy cuenta de que la gente cambia su comportamiento según mi identidad. Cuando soy un dron, la gente me mueve de un sitio a otro como si fuese un mueble. Cuando soy un perro, me acarician la barriga y mi camarero favorito me pone la bebida en un plato para perros con una sonrisa sádica.
No tener identidad (o tener muchas) es la experiencia más apasionante que he tenido en el rollo BDSM. Desde luego, si empiezas a jugar con la tuya, recomiendo encarecidamente que lo hagas con gente de confianza y que recuerdes siempre que: es un juego, ni más ni menos. Siempre tendrás que volver a tu identidad original. Pero, al menos, ¡puede que la entiendas un poco mejor!
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