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24 noviembre 2019
Por rubberedup84, usuario de Recon
No hay absolutamente nada como el sentimiento de meterte dentro de un traje de rubber completo cubierto de lubricante o ponerte un par de chaps de cuero que te sienten bien, a menos que esas prendas pertenezcan a otra persona y esa persona se las acabe de quitar para que te las puedas probar tú. No es difícil que se te ponga dura al pensar en el sudor de otro hombre mezclándose con el tuyo, o directamente te excitas al pensar en la mezcla de los olores pasados y presentes con los olores de la propia prenda. Todos hemos tenido esos pensamientos, ya sea consciente o inconscientemente.
Creo que se puede decir que ponerte prendas fetichistas usadas es un verdadero fetichismo en sí mismo, y además tiene muchos fans, pero muchos chicos no lo reconocen como tal inmediatemente al pensar en lo que les pone. Cuando empecé mi proceso de exploración en el mundo del fetichismo y aún no había empezado mi colección de looks en serio, nunca se me había ocurrido que, lo que me llamaba la atención, no era solo el olor o el tacto de los looks que mis parejas sexuales me prestaban para que me los pusiese yo, sino el hecho de que ellos – y probablemente muchos otros más – se los habían puesto antes. Ahora me siento afortunado de haber tenido esas experiencias y de haberme parado a pensar en todo esto; me doy cuenta ahora del poder que ha tenido en mi identidad sexual el intercambio de looks y prendas fetichistas.
Llevar puesto el traje completo de neopreno o de rubber de otro hombre, o estar encerrado en un saco de dormir que ha sido ocupado hace poco por otro chico, o que te pasen unos pantalones de camuflaje que otro tío ha llenado de barro para que te los pongas tú, en mi opinión es una experiencia muy fuerte. A pesar del sentimiento natural de estar indefenso que tienes al estar prisionero dentro de una traje completo de rubber con capucha y tirado en el suelo, mientras el amigo de tío con el que te lo estás montando te está viendo por cam desde algún lugar de Europa a miles de kilómetros de donde estás tú, es innegable que hay una energía especial relacionada con el hecho de saber que no eres el único tío cuyo cuerpo ha sido cubierto con esa prenda. Y tienes mucha suerte la verdad, vas a tener el placer de que tu nariz esté siendo estimulada constantemente por la mezcla de los olores de otro hombre y del material en sí, recordándote que el tío que te está dando caña no lo ha lavado desde que se lo puso su última víctima.
Hay muchas historias en internet en las que varios tíos intercambian ropa, voluntariamente o no. Una de mis favoritas está en el blog de Eckie, alias Bondagfan (y está claro que es la favorita de mucha más gente, a juzgar por la cantidad de comentarios publicados) ya que cuenta con todo detalle la experiencia de un sumiso hambriento al que le obligan a cambiar sus prendan normales por las prendas y el look de un esclavo según se lo va ordenando su amo en un club. Cuando empieza a quitarse diferentes capas de prendas, la historia nos pone frente a frente con el sumiso convertido en esclavo cuando le informan de que se va a quedar donde está y con ese look de forma permanente. ¡Justo su idea del paraíso! Sí, el pensamiento de que te obliguen a quedarte prisionero para siempre dentro de un traje completo de rubber con más prendas de cuero puestas por encima es una de las cosas que te la pone dura en 3 segundos, per hay aún una mayor tensión sexual cuando ves que las prendas ya han sido usadas por otros, están llenas de sudor y huelen a otros hombres. ¿Dónde se puede firmar para apuntarse a todo esto en el mundo real?
Está claro que también hay muchos hombres a los que les atraen las prendas fetichista usadas porque el precio es inferior al que tienen cuando las compras nuevas. Hay que ser práctico también, por supuesto. Especialmente cuando empiezas en esto, pero aún no puedes o no te sientes preparado para lanzarte a comprar cosas más caras, el mercado de prendas de segunda mano es una verdadera maravilla. Me acuerdo de cuando encontré en internet un par de botas de rubber para la nieve del ejército de Estados Unidos de segunda mano (conocidas entre los entendidos como botas de Mickey Mouse) hace muchos años. Estaban a muy buen precio y eran perfectas para mi primer traje completo de rubber (que llegó al final de su existencia poco tiempo después, al toparse con el borde afilado del mango de una puerta del baño). No obstante, cuando las recibí y me di cuenta de lo usadas que estaban por dentro, fue sobre todo el hecho de saber que esas botas le habían pertenecido a otros hombres lo que me dio la mayor satisfacción ya que me han venido provocado pensamientos bastante viciosos durante estos años. ¿Qué aspecto tendrían los anteriores propietarios? ¿Habría sido fetichista alguno de ellos también? ¿Se las pusieron dentro de casa y le hicieron alguna guarrada a otros tíos con ellas puestas? ¿O fueron los otros hombres los que le hicieron de todo al propietario cuando las llevaba puestas? Lo único que podía hacer yo era imaginarme todas estas opciones. Incluso a día de hoy cuando veo a otros hombres llevando las nuevas versiones de mis botas, en plan cuando están bien brillantes después de haberlas limpiado, el efecto que tienen sobre mí no tiene nada que ver si lo comparas con lo que siento al pensar en las mías.
Las cosas de segunda mano son algo sexy. La experiencia sensorial unida al hecho de llevar el look o las prendas de otro hombre y todo lo que puede evocar nuestra imaginación salvaje con respecto a los propietarios anteriores es lo que las hace tan atractivas. Aunque no se puede negar que uno de los mayores placeres de un fetichista es la experiencia de abrir la caja del envío de la prenda nueva que te acaba de llegar y probártela inmediatemante, la sensación de meterte dentro de un traje de rubber de otro tío, el hecho de que ese traje esté cubierto de su sudor o de ponerte un par de botas bien usadas que quizá hayan pertenecido a varios hombres potentorros y viciosos queda en la segunda posición del ránking, pero muy muy muy cerca de la primera.
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