ARTÍCULO DE USUARIO: Sumisión a la Bestia que llevo dentro

ARTÍCULO DE USUARIO: Sumisión a la Bestia que llevo dentro

de Noticias Recon

19 octubre 2021

Por Algolagnia

(Este artículo ha sido creado para complementar el artículo "El control de la Bestia que llevo dentro" de nuestro usuario 'Numbers' - Sir Jason. Hemos incluido el enlace abajo. Por favor, léelos uno después del otro.)

Nota: este artículo cubre solo la relación entre un Amo y un sumiso. Hay muchos tipos de relaciones en la comunidad fetichista, (por ejemplo, Master y esclavo, o, el que ata and y el atado, entre otras), pero no voy a hablar de las dinámicas específicas de esas opciones en este artículo.

"¡Oh no! ¿Otra vez?"
"Sí, otra vez."
"Pero es muy doloroso."
"Sí. ¿Y…? Sabes que lo quiero."
"Lo sé…"

Yo soy Algolagnia.
Definición:
''deseo de obtener gratificación sexual a través de infringir dolor a uno mismo o a los demás, sadomasoquismo''. (Diccionario Oxford)

Bueno … no es correcto al 100%. Actualmente soy más bien masoquista – ''persona que obtiene gratificación sexual al ser sometido a dolor físico.''

En serio, ¿por qué me gusta esto? Está dentro de mi sistema, de mi ADN. De niño, me gustaba el dolor que me infringían a posta. Imagínate meter las pelotas en algo pequeño y después sacarlas. Imagínate poner las pelotas con cuidado en un tornillo de banco y después ir apretándolas poco a poco cada 15 segundos, con el único objetivo de ver si puedes mejorar tu última marca antes de empezar a gritar y a lloriquear, pero obligándote a apretarlo un poco más. Eso es la Algolagnia. Ese es mi nombre.

Al final, te das cuenta de que es más divertido que no te dejen decidir cuándo hay que parar. Esa decisión ahora la toma ahora un Amo que decide qué es lo mejor para ti. Bueno…eso es masoquismo.

Como saben todos los sumisos, nosotros también tenemos un bestia que habita en nuestro interior. Una bestia que lucha por salir y tomar control del cuerpo que ocupa. En este caso, la bestia no se alimenta del dolor y el sufrimiento que le hace pasar otra persona – se alimenta de su propio dolor y sufrimiento, infringido por la bestia que reside en el Dominante de esta sesión de tortura animal.

La primera dificultad es encontrar al Amo adecuado que es capaz de mantener su propia bestia bajo control al mantener la tuya también bajo control.

¿Pero cómo puede ser de difícil esto?

Pues parece ser sorprendentemente difícil. La razón de esto es que las líneas que separan al Dominante, al Master y al abusón del patio del colegio no las entiende bien todo el mundo. Normalmente se supone que un sumiso tiene límites y que espera que el Amo con el que se lo monta respete estos límites. Algunos Masters también tratan a sus esclavos de esta misma forma, pero otros Masters (y todos los abusones) creen que el esclavo o víctima no tiene (ni debería tener) no voz ni voto en lo que le sucede a él o lo que se espera de él. De hecho, hay muchos de estos Amos que no quieren montárselo con sumisos ''controladores'' – es decir, con sumisos que conocen y expresan sus límites desde el principio.

Lo contrario es hablar y tratar los principios por los que se regirá la interacción, y decidir cuáles son esos límites. Lo que también se necesita es un sistema (contraseña) para detener todo de golpe o reducir la intensidad.

Si el Amo con el que puede que te lo vayas a montar no está de acuerdo con eso, aléjate. Es así de simple.

Se ha dicho que el sumiso es el que controla una sesión Amo-sumiso, y es cierto de alguna forma, porque los límites del sumiso conforman la base de la sesión. Pero luego llega la parte divertida, porque una vez que se ha establecido esto, el Amo, si es bueno, puede convertirlo en algo creativo. Esta es la parte en la que el sumiso no puede prepararse para lo que va a pasar en los próximos minutos. Lo llamo ''comida de tarro". No son mis propias palabras desafortunadamente, pero es una descripción muy buena.

En ese momento de la sesión, el sumiso puede entregarse completamente al Amo, ya que sabe que el Amo tiene ganas y es capaz de trabajar dentro del marco definido. Un sumiso que decide cambiar o modificar sus límites durante una sesión realmente es un sumiso controlador, y desde la perspectiva del Amo, esto es tan inaceptable como si el propio Amo ignorase los límites establecidos.

Idealmente, un Amo y un sumiso deberían esperar que cuantas más sesiones se monten juntos, mejor irán las cosas y más se conocerán el uno al otro, y el Amo sabrá qué esperar del cuerpo del sumiso. En la primera sesión, el Amo debería esperar que el sumiso esté nervioso, y pasar por alto algunas cosas. Pero lo más fuerte va a llegar cuando no haya nervios y la confianza sea total.

Se puede resumir la relación Amo/sumiso con una palabra: ¡Respeto!

Por eso, hoy es el día, y el osito de peluche (mi Amo) se va tomar su almuerzo (yo).

Llego duchado y con energía. No se me permite llevar ropa interior, por lo que me cuesta ocultar mi excitación. ¿Qué se me pasa por la cabeza? Desde luego estoy un poco nervioso por el dolor que voy a sentir después, pero mi bestia interior me ayuda a pasar de los nervios. Me dice que eso es lo que necesito. Mi Amo me venda los ojos inmediatamente y me pone una mordaza en la boca. No vamos a hablar del tiempo ni de nada trascendental. La verdad es que estoy feliz. Nos conocemos bien, hemos jugado antes y confío en él completamente. Sí, su bestia va a poner a mi bestia en su lugar con firmeza, pero, de alguna forma extraña, eso me consuela, porque a partir de ahora todo eso está fuera de mi control.

Me ata con fuerza. Mi Amo ha decidido que hoy se va a tratar de bondage de estrés, por lo que las posiciones no van a ser cómodas. Y no lo son. Estoy boca arriba con las muñecas y los tobillos atados juntos y sobre mi cabeza. Me ha atado las pelotas a su pierna. Todo va bien durante 5 minutos. Después me cuesta más estar completamente quiero, para que no se me estiren aún más las pelotas. Le ruego que me dé un descanso después de 10 minutos. Me lo niega. Se lo vuelvo a pedir a los 20 minutos. Denegado. Claro, él se está fumando un cigarrillo o 7 mientras yo intento no moverme y espero que él no cambie de posición. Se mueve. Grito: me acabo de ganar 30 azotes con el cinto. ¿Cuánto va a durar esto?

Ah espera. Algo diferente, me ha desatado. Un juego. Con dados. ¿Me están invitando a … qué? ¿Elige una carta y dale el número de azotes que dicte el dado? Tiene que haber un truco. ¿No? Venga, dice, no te cortes. Vale. Los dos dados suman un número total de 9. Le azoto (con fuerza, por venganza), 9 veces. Sé que esto va a terminar mal para mí…

Tira otra vez, dice. Tiro. Los dos dados marcan seis. Doce. Me preparo para azotarle doce veces.
Espera.
El doce es para mí.
Bueno, así es la vida.

No, espera. El doce (mío) va a ser multiplicado por el nueve (suyo). Ciento ocho azotes en nueve tacadas de doce. Sabía que había un truco. Un truco doloroso. Y como no me corté cuando le azoté yo, él decide que tampoco se va a cortar conmigo.

Después (ciento ocho golpes después más ser exacto), me dice que la siguiente vez que tire los dados dictará cuántos puñetazos le puedo dar en las pelotas. Por favor, por favor por favor, ¡que no sea más de dos unos!

¿Pero por qué me someto a la bestia interior y entrego mi cuerpo a este hombre para que me haga daño y abuse de mí?

La primera razón es, porque lo necesito. Me hace centrarme y cumple mis deseos de entregarle control a otro. Controlo mi vida y la gente que esta a mi alrededor todo el día, todos los días de la semana. Ahora me toca a mí ser al que le controlen.

La segunda razón es que la disciplina me entrena para aceptar lo que no puedo cambiar y a aceptar las consecuencias de mis decisiones, incluyendo la decisión de estar aquí hoy.

La tercera razón es que realmente me gusta este hombre. Me gusta la energía que absorbe de mi sufrimiento, me gusta poder alimentar su monstruo mientras el mío está bajo control. Y me encanta que cuando termina, tenemos momentos íntimos en los que me cuida con ternura y me cura las heridas y los golpes. Entiende esta dinámica al igual que yo.

Es una colaboración.

Si utilizamos incorrectamente el dicho ''hacen falta dos piernas para caminar". Si una pierna no lleva el ritmo correcto, no es posible avanzar bien.

Pero cuando existe una armonía, ahí es cuando tiene lugar algo mágico.


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