ARTÍCULO DE USUARIO: ¡Mas BDSM y menos abuso!
de
Noticias Recon
13 marzo 2020
Por Nirvanero1990
Un relato sobre empatía, hermandad y límites
Soy una persona bastante sensible. No puedo evitar llorar cuando veo una película triste, a veces se me escurre una lagrima al escuchar a personas contando experiencias negativas que han tenido en el pasado, me emociono al escuchar una canción de Nirvana (por eso mi alias en Recon), de David Bowie o de Bach, y normalmente soy incapaz de tratar mal a alguien o de creerme superior a cualquier persona sin importar su raza, etnia, condición social o económica, credo o creencias particulares: eso sí, no tolero la falta de ética o malos tratos cuando veo que alguien los realiza y siempre lanzo opiniones certeras pero respetuosas cuando suceden. Jamás he sido violento, nunca he llegado a situaciones que desencadenen en agresiones físicas o verbales; soy aquel tipo conciliador que siempre busca el equilibrio y hacer sentir bien a los demás.
Es por lo que, durante algún tiempo, estuve contrariado con mi gusto por el BDSM; en sesiones disfruto que me golpeen y ser golpeado, humillar y ser humillado, entregarle por completo mis sensaciones a otro hombre y sentirme indefenso, así como producir exactamente las sensaciones que quiero en el sumiso que se encuentra frente a mí: estar a los pies de un Amo, y tener a mis pies a un sumiso. Soy de Colombia, mi país ha estado inmerso en uno de los conflictos internos armados más longevos de la historia reciente: crecí viendo noticias de personas desaparecidas, de conflictos por narcotráfico, de torturas y desapariciones, de amigos y compañeros que tuvieron que tomar armas y entrar en una guerra a la cual no querían pertenecer, de personas discriminadas, de pobreza, y de abuso en todos sentidos; me sentía hasta cierto punto culpable al infligir dolor o al sentirlo, al someter o ser sometido.
Me desvelaba en las noches pensando: ¿estoy en lo correcto? ¿mis gustos van en contra de mi personalidad y mis principios? ¿debería disfrutar sabiendo todo lo que está sucediendo a mi alrededor? Hace algún tiempo tuve una conversación con un amigo que me habló sobre su pasión por las artes marciales y mientras hablábamos me die cuenta de algo: ¡El BDSM es al abuso lo que las artes marciales son a la violencia! En los primeros hay límites y reglas claras que nadie debería romper, se hace de forma ética entre personas que están dispuestas a realizar cierta acción, y así como en las artes marciales hay un principio que menciona no se debería usar lo aprendido en situaciones en las que se pueda actuar de otra forma (evitar una confrontación a toda costa) en el BDSM no necesariamente un Amo debería ser dominante, agresivo o humillante en todas la situaciones que se le presenta o un esclavo debería someterse a todo lo que le digan sin cuestionarlo. En los segundos casos, se presenta ruptura de límites y uno de los involucrados no disfruta o quiere estar en la situación.
Eso resolvía mis inquietudes sobre mis principios, no me siento incomodo sabiendo que no estoy realizando nada malo, y que con algo de técnica y estableciendo límites, no debería haber consecuencias (evitables) a largo plazo. En cuanto a las inquietudes sobre mi personalidad y sensibilidad: cuando fui conociendo personas a las que también les apasiona este tipo de sexualidad diversa, me di cuenta de que muchos han tenido problemas similares a los míos, conocí hombres magníficos con una visión amplia del mundo (entre ellos mi actual pareja) y quienes estábamos unidos por nuestros gustos, ¡una especie de hermandad de hombres kinky! Desde la primera vez que sesioné ya hace 5 años, hasta la última hace dos días, siempre me ha gustado sentir empatía por el otro: Antes de las sesiones, para conocerlo, charlar y generar confianza, y después para afianzar un vínculo que ambos tuvimos, una relación interesante fundamentada en la capacidad de ver y entender al otro en su aspecto más vulnerable. Pero es durante las sesiones donde la empatía y sensibilidad juegan un papel importante (al menos para mí). Me excita pensar en lo que el otro estará sintiendo: ponerme en sus botas, tocar su piel (a veces desnuda, a veces cubierta en cuero o en caucho); presenciar como su aliento se va acelerando mientras van desapareciendo sus inhibiciones y se convierte en ese hombre capaz de aguantar o de someter, para luego terminar en un clímax de placer mutuo. Ser así de sensible me ha ayudado a disfrutar el BDSM como lo disfruto en este momento.
En conclusión, y es una invitación para los lectores de este artículo, así como una reflexión personal: necesitamos que el mundo siga más esquemas de BDSM bien hecho, de límites, placer consensuado sin consecuencias perjudiciales, ética, responsabilidad y empatía; y menos abuso y violencia.
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