ARTÍCULO DE USUARIO: El factor traje
de
Noticias Recon
19 agosto 2020
Por sleazysuitedsub
Me han fascinado los trajes y me han puesto cachondo los tíos que los llevan puestos desde antes de que supiese lo que era el sexo. En parte, mi primer recuerdo de una especie de enamoramiento con un hombre relacionado con los trajes está unido a un profesor de música joven y guapo de mi escuela primaria, el Señor Lucas, y en parte es por los trajes en sí y punto.
Recuerdo cuando vi el traje de tres piezas del padre de mi mejor amigo colgado en la habitación y me acuerdo de cómo me fascinaban las capas de tejido, el forro, los bolsillos – la parte interior de la chaqueta que no se podía ver a no ser que te la enseñasen. Esto fue en los años 70, y antes de llegar a la pubertad y a secundaria estuve rodeado de un montón de profesores guapos y jóvenes vestidos con trajes o de chicos de 16 y 17 años fuertotes y jefes de departamento en chaquetas y corbatas.
Todo el aspecto que tenían me volvía loco. Me resultaba viril y fuera de mi alcance, al ser un niño o un quinceañero desgarbado, era muy intrigante la forma en la que te mostraban algunas cosas – el bulto del paquete en los pantalones, un vistazo de la definición del pecho cuando la chaqueta se abría un poco, un poco del culo cuando metían las manos en los bolsillos – y escondían otras cosas – los verdaderos detalles de lo que había debajo.
Los trajes y los pantalones a menudo eran bastante ajustados, a veces estaban hecho de tejidos suaves como el algodón o el terciopelo, y para mí era una mezcla sensual y formal que se me subía a la cabeza. No había pornografía gratuita en ese momento, de ningún tipo, mucho menos con el tema de los tíos trajeados que hay ahora en internet. No tenía ni idea de lo que podían hacer dos hombres juntos, simplemente me moría de las ganas de tocar los paquetes bajo los trajes, abrir las braguetas y tocar lo que había debajo de las chaquetas.
Había un profesor que llamaba la atención – y se llamaba Mr Topp (¡increíblemente!) – tenía el aspecto de una especie de Robert Redford pero más machote, y tenía bigote. Se cambiaba todos los días de traje, chaquetas y corbatas, por lo que yo siempre estaba en estado de excitación por ver qué es lo que se había puesto ese día. También tenía una personalidad que era severa y estricta, pero también justa y no en plan sádico, que aún me volvía más loco. Se me ponía la piel de gallina y se me ponía dura si estaba a un par de metros de donde yo estaba. Y si, por alguna extraña razón me aburria de verle, había muchos otros a los que admirar.
Mientras todo esto estaba sucediendo, yo estaba desarrollando mi propio mundo autoerótico. Tenía una americana, lo más parecido a llevar un traje, sin embargo, no me la ponía. O más bien, no podía llevarla al colegio por miedo a acabar en un frenesí sexual. E incluso para la graduación, simplemente al ponerme el traje me la habría puesto dura. Por eso, solo sacaba la americana del colegio para ponérmela y masturbarme cuando estaba solo en casa. Esto la verdad es que es algo que aprendí a hacer una noche me acuerdo – antes hacía lo que la mayoría de los chicos en la pubertad hacen, que es restregarme en la cama. Me sentaba en la cama de mis padres (Freud, qué pensaría…), me ponía la americana y me enseñé a mí mismo a ponerme las manos sobre la polla. Tardé un poco en pillar el tranquilo pero lo que te cuesta siempre tiene su recompensa y tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida, fue como tener calambres de electricidad viajando desde la parte posterior del cuello hasta las uñas de los pies y de vuelta al cuello. También tuve que quitar las manchas de la corrida de la americana después. Así comenzaría una nueva dinámica en sí misma – me la pongo tanto como pueda y disfruto de cómo me siento al ponérmela, manchándola de líquido preseminal, o intento evitar todo eso pero arriesgándome a perderme ese subidón. Como te lo puedes imaginar, siempre he tendido a decidirme por la primera opción. Seguí así durante varios años, me cambiaron al Señor Topp por el Señor Carter – mi primer jefe en los trabajos de oficina de verano. También era un poco cruel pero amable, y recuerdo que a menudo me llevaba en coche desde la estación, lo cual me excitaba y me ponía nervioso a la vez. Hacía comentarios sobre las chicas que pasaban diciendo "Oh si tuviese tu edad", a lo que yo respondía en mi cabeza "uff si tú supieses".
Sigo echándole la culpa al supervisor de exámenes por haber suspendido francés porque iba vestido con un traje con unos pantalones tan ajustados que se le podía ver claramente la polla, que estaba circuncidada.
Desde mis años en el colegio, también voy a los servicios para masturbarme y aliviarme de todas estas frustraciones en privado.
Mantuve mi fetichismo por los trajes en secreto hasta que tuve mi primer novio de verdad al terminar la uni. Era abogado y llevaba trajes para ir a trabajar, por lo que me aseguré de que sabía que quería que se los dejase puestos después del trabajo. Exploramos un poco este mundo y recuerdo que íbamos a cenar los dos en camisa, con corbata y con chaquetas de terciopelo nuevas, y como estábamos tan cachondos, no podíamos esperar hasta llegar a casa y acabábamos follando en los servicios de los restaurantes.
Como he explicado antes, me gustaban el aspecto sensual y táctil de llevar trajes. También me gustaba la sensualidad de estar mojado y empecé a combinar esas dos opciones a veces. Sin embargo, hice realidad todas mis fantasías unos años más tarde.
Estaba saliendo con un chico que me dejó claro que no le ponía el rollo de los trajes, ni nada de lo que me ponía a mí, por lo que estaba bastante frustrado. También había decidido empezar a salir del armario y empecé a comprar y a ponerme trajes para ir a trabajar, aunque no era obligatorio. Por lo que desarrollé el hábito malo-pero-bueno a la vez de rondar por los servicios públicos después del trabajo con mis mejores trajes. La combinación, y la depravación o subversión de todo esto es lo que me ponía super cachondo – como descubrí más tarde-. Un tío vestido con su traje va a una letrina que apesta y se comporta como un zorra.
Como todos los que han hecho bastante cruising sabrán, al final acabas conociendo a los de siempre, lo que les gusta y viceversa. De forma rutinaria se la chupaba a una serie de tíos. Cualquiera que llevase traje, o si no, uniforme de trabajo – me llamaba especialmente la atención si olía a aceite de motor – y hacía que se corriesen en mi traje; mi rollo se había convertido en darles placer a los demás. Una tarde, llevaba puesta una gabardina cruzada gris de raya diplomática muy bonita con un poco de brillo, y me atreví a pedirle a uno de los de siempre que me mease encima… basta que diga que me sentí como un niño en las atracciones esperando a subir otra vez. Cuando más depravado era el rollo, más excitado me ponía yo – por qué hacerlo solo con un tío cuando podías hacerlo con tres y por qué solo conformarte con las corridas y los meos cuando te podían rasgar la ropa e ir así por ahí…
E internet le dio una vuelta a las cosas cuando finalmente, con 30 años, por fin encontré pornografía con tíos en trajes. Me uní a la Suit and Tie Society (no había nada de rollo en plan sexo allí, pero un amigo me dijo dónde buscar) y encontré el nirvana durante un tiempo haciendo realidad mis fantasías en internet y fuera de internet. Pero desde luego, siempre acabas queriendo más. Antes de que existiese Menatplay, no solo quería porno con tíos en traje, sino que quería que se quedasen con los trajes puestos, dejarlos hechos un asco con depravación total. Aún no es algo que se pueda encontrar en abundancia, como te lo podría confirmar cualquier otro fetichista de los trajes. Por supuesto, vas a encontrar también muchos hombres con los mismos gustos, y después de un poco de todas estas historias, encontré el amor y el sexo – y sexo con trajes – todo en uno con el mismo tío. Aunque el sexo con trajes no es el verdadero cemento que hace que los relaciones sean duraderas, y aunque nos separamos unos años después, seguimos siendo amigos.
Antes de que me usase totalmente un grupo de tíos dominantes depravados, que me ataron cuando me había puesto un traje que me gustaba mucho en la fiesta City Boys en Central Station, ya había experimentado casi todo lo que era posible, aunque las fantasías siempre encuentran nuevos caminos, y aún me gustaría tener una cita con Jason Statham en traje y borracho…Lo que he aprendido en mi vida es que, aunque el fetichismo por los trajes esté bastante diversificado, al final es como cualquier otro fetichismo. Están aquellos a los que les gusta montárselo con los trajes puestos, y otros a los que les gusta irse quitando algunas cosas, los que están obsesionados con las corbatas y los nudos de las corbatas, a los que les gusta los juegos de intercambio de rol y a los que les gustan los zapatos, y hay hasta un tío en Peterborough al que solo le gusta ponerse camisas negras, por la forma que la que se quedan las manchas de las corridas. Cuando más específicas se ponen las cosas – básicamente un fetichismo más concentrado – más difícil es encontrar esa opción y hacerlo realidad también. De momento, me gusta decir que algunas de estas prácticas son parte de mi repertorio, y si a un tío que conozca no le pose esto o lo otro, no pasa nada, todo eso seguirá formando parte de mi repertorio.
Y en caso de que te lo estés pensando, ni a mí ni a ningún fetichista de los trajes que conozco le ponen todos los tíos con trajes, si no acabaríamos muy muy cansados… aún quedan tíos que te ponen porque sí, otros tantos que no te ponen ni aunque se pongan un traje, y después está esa combinación de las dos opciones, con traje y que te guste, que te mantiene en vilo una y otra vez.
Compartir